BURLADERO.COM - 02/07/2009
Barcelona vive el domingo uno de los acontecimientos del año. Acontecimiento a secas, susceptible incluso de ese interés general que bautizó Álvarez Cascos y también mediático, en tiempo propicio además con los políticos preparando las vacaciones, sin Liga, sin Eurocopa ni bolos sudafricanos y con cientos de becarios desembarcando en las redacciones de los grandes medios que empiezan a buscar noticias debajo de las piedras con las que llenar sus espacios.
Sin embargo, a falta de tres días y más allá de aficionados y afortunados con entrada, en Barcelona se habla de Florentino, de si se va Eto'o, de si viene Villa, de U2 y de ese Bono neo culé travestido de azulgrana. Pero ni en Barcelona ni fuera de ella, da la sensación que la calle anda al corriente de lo que, al igual que la gira española de la gran banda irlandesa (a la que dicen que JT supera en la reventa), es sin duda un gran evento, posiblemente único pues no se vuelva a repetir.
Por eso este partido lo empezamos perdiendo. Una vez más y salvo honrosas excepciones, los taurinos continúan sentados en el sofá a la espera de acontecimientos. Como si la prohibición de los toros en Cataluña no fuera con ellos. Sin olvidar el silencio cómplice de los medios de comunicación y periodistas - taurinos, incluso - más pendientes de criticar con virulencia a José Tomás y desear su fracaso que por hacer piña para defender esa causa común que es también la suya.
Sorprendentemente, lo de Barcelona el domingo parece más un secreto bien guardado que comenzará y esperemos no termine en la plaza. Ni glamourosas puestas de largo, ni tournes por los medios ni, mucho menos, pantallas gigantes este mismo domingo en los aledaños de la Monumental o, ¿por qué no?, en un gran recinto donde reunir a todos aquellos que se quedaron sin entrada y estarían locos por hacer kilómetros con tal de no perdérselo aun desde Montjuic.
Pero en los toros, segundo espectáculo de masas de este país, nos conformamos con que las empresas, en este caso Matilla, ponga cuatro carteles en Barcelona para promocionar la corrida. Uno imagina que con todo el papel vendido lo más cómodo es quedarse con los brazos cruzados. Riesgo cero. Pero no basta con que Cataluña sea taurina por unas horas. Tiene que serlo durante 365 días al año. Y así, no se consigue.
Y es que todo resulta terriblemente parecido a la frase de Martin Niemoeller, generalmente atribuida a Bertolt Brech: Primero fueron a por Canarias y nadie dijo nada. Ahora han ido a por Barcelona, pero nadie habla porque apenas hay taurinos catalanes. Cualquier día vendrán a por todos nosotros, y ese día no habrá nadie que nos pueda defender. Pese a los esfuerzos de esa Plataforma que ha nadado sola y contracorriente casi cinco años, entre recelos y zancadillas de una industria endógama y cortoplacista.
Todo lo anterior, con el toro de por medio, suena a quimera, a un repentino ataque de megalomanía y, a buen seguro, quedará compensado al final con la fuerza del toreo de Tomás. Pero es precisamente eso lo que merece un envoltorio de gran cita aun a riesgo de dar voz a la demagogia anti y avivar el debate agotado de toros si o no. Justo ahora, cuando hay mucho más que ganar sobrevolando la amenaza de esa iniciativa parlamentaria promovida por los mismos que reducen ahora la presencia del castellano en las aulas catalanas a dos horas por semana.
Pero no se trata de buscar confrontación, ni de convertir Barcelona en Ermua el 5-J, más bien de jugar las bazas legítimas, de sacar todo el jugo al gesto, al regalo y al esfuerzo desinteresado de un torero, a una oportunidad única en Barcelona, que ojalá no sea la última.
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