El ganadero Roberto Puga nos transcribe las crónicas de dos de las corridas de la Feria de Cali (Colombia) y su reflexión personal sobre su corrida lidiada durante la cuarta corrida de la Feria del Señor de los Milagros 2012, que publicamos a continuación:
Aqui les transcribo las cronicas de dos de las corridas de la última feria de Cali, ocurridas hace pocos días, en las que se lidiaron reses de Cesar Rincón y de Ernesto Gutierrez, que son los únicos dos hierros de Colombia exigidos o aceptables por parte de las figuras españolas del toreo, como es el caso del mio en Perú.
Yo estoy totalmente conciente del deficiente resultado de mi pasada corrida en Lima, y todo lo que ocurrió, especialmente en cuanto a presentación de los toros, tiene una o más posibles explicaciones, que personalmente prefiero por ahora no exteriorizar ni discutir con nadie. NO BUSCO RAZONES QUE PODRiAN ENTENDERSE COMO EXCUSAS. Sin duda estoy
disgustado y he cuestinado todo mi muy caro proceso de crianza y preparación del encierro último, y creo saber cuales son los correctivos, los que ya he empezado a aplicar. Estos se apreciarán en Acho desde el 2014. Entre ellos he decidido lidiar a mis toros en Lima con mas edad, cercanos a los cinco años, para conseguir el cuajo y fortaleza que dá esa edad.
Aunque sé que "mal de muchos, consuelo de tontos", no deja de ser expresivo leer en las crónicas el fracaso que acaban de tener los dos hierros mas prestigiosos de Colombia, pues tanto en presentación como en calidad han tenido un mal año. Es de resaltar que según las crónicas a ambos colegas se les rajaron la mitad de sus toros, que mansearon mucho . A mi felizmente esto último no me está pasando (y espero que dure así ), ya que he sido radical en no conservar en la ganadería a vacas que hayan manifestado mansedumbre a lo largo de su tienta, aunque tuvieran calidad para el torero.
Un abrazo para ustedes , con el deseo que en este 2013 nos ocurran cosas buenas a todos.
Roberto
COLOMBIA.- 4ª de feria
Fandiño abre la puerta ‘Señor de los Cristales’ en Cali
Burladero América / Colombia / Jorge Arturo Díaz
A hombros con tres orejas por la Puerta de los Cristales. El Juli corta una del segundo y Vargas se va silenciado, frente a un discreto encierro de César Rincón.
La bondad es una cualidad humana, pero en el toro de lidia no, sobre todo cuando viene acompañada de pequeñez, flojera y falta de codicia. Sin embargo los toreros modernos (buenos) pueden soliviantar públicos y construir triunfos con tan deleznables materiales. Hoy por ejemplo, los de las Las Ventas, que con todo eso parecían tirar por el caño de la sosería una tarde llena de ilusiones, en la que los dos grandes triunfadores de la temporada 2012 premiados, uno con la Oreja de Oro de RNE y el otro con trofeo Cossío de La Real Federación Española, que no se habían en encontrado en la península, salieron como a dirimir superioridades. Y no lo estaban logrando.
Agonizaban la faena del sexto, la tarde, la corrida y las ilusiones. El vizcaíno que se había prodigado por verónicas, gaoneras, brionesas y luego, tras un gran par de Benavidez, había ofrecido largamente cuerpo a cambio de arrancadas inanaes, pidió la toledana para poner punto final. Nada, ni las dos orejas, ni las maestrías, ni los aciertos que se habían dado hasta el momento, aunque valieron y valen, habían logrado emocionar de verdad. Para que nos vamos a decir mentiras. El encierro no había transmitido.
Siete manoletinas piel a piel, como un poste, igual que las gaoneras, y dos pases de pecho, calaron como un electrochoque masivo. Un amague de igualada fue rechazado enérgicamente por un público que no se resignaba a irse así, haciendo caso, cinco derechas en redondo con su broche, cuatro bernadinas amacizadas, otros dos forzados, todo ligado, y ahora sí como por compromiso y sin solución de continuidad, un estocadón de padre y señor mío. Toro fulminado a los pies, el pandemónium, las dos orejas, la vuelta loca, la procesión por la puerta de honor, y tras ella la gente incendiada. Ciento sesenta y ocho segundos cambiaron la historia de toda la tarde. Así es en los toros. Una oreja más del tercero había recibido Ivan. El magno empate se había deshecho.
El Juli en Juli, nunca es otro. Sanguíneo, enrazado, situado, sabio poderoso. Pechó con el más pobre lote (por todos los aspectos). Al segundo, un 440 kilos, cifra cabalística en Colombia, límite inferior de la ley, que no quería, le obligó y le obligó, y le ligó, y la superioridad de la voluntad sobre la pobre sosería, fue tan evidente que Cali, julista por definición, exigió una oreja, y sin éxito la otra, tras una estocada completa inefectiva y dos descabellos. El quinto fue un manso de pena, rajado, huido, negado, entablerado. Ni la sabiduría suma cum laude del de Velilla pudo conseguir más que alguna tandita remolona y corta pero meritoria, antes de la renuncia total. Me imagino que si no es por espada tendida, ineficaz, y los dos descabellos, le dan pelo, pues lo sacaron ovacionado a los medios. Bueno, un torero debe estar por encima de sus toros y Julián lo había estado.
El cucuteño Sebastián Vargas, veterano, jugado, con vitola de valiente y alegre, levantó el telón con el primer pocacosa. Correcto, decoroso, cumplidor, sí, pero no más. Un estoque hasta la bola no tumbó al que antes se había caído solo por todo, y la cruceta barrenada silenció la parroquia. Se le tiró de rodillas al cuarto, terciadito pero tapado por un par de guadañas, y resultó arrollado. De allí para allá, precauciones, unipase, cambio de terrenos y estar ahí. Pinchó y oyó protestas.
A las diez de últimas, Fandiño salvó la tarde, sacó las castañas del fuego al ganadero y complació a la gente que creyó en él forzándole a ese final inesperado. Su triunfo es el primero de la feria pero lo que más lo valoriza es que fue frente a El Juli, con quien no había podido torear en España.
FICHA DEL FESTEJO. Plaza de Cañaveralejo. 4a de feria. Nubes. Tres cuartos de plaza. Seis toros de La Ventas del Espíritu Santo, nobles, bajos de raza, tamaño, fuerza y romana. Aplaudidos 2º, 3º y 6º. Sebastián Vargas, silencio y silencio. El Juli, oreja y saludo. Iván Fandiño, oreja y dos orejas. Incidencias: Al terminar el festejo Iván Fandiño salió a hombros por la Puerta Señor de los Cristales.
COLOMBIA.- 6ª de feria en Cali
Bolívar corta la única oreja, se toreó mucho y se mató poco
Burladero América / Colombia / Jorge Arturo Díaz
Luis Bolívar y El Juli se negaron a sí mismos la puerta grande y seguramente la opción de trofeo ferial con ejecuciones lamentables de la suerte suprema. Diego González protagonizó una gesta.
Los herederos de Ernesto Gutiérrez, enviaron un encierro atípico. No conformaban precisamente un retrato de familia estos seis con su disparidad. Cuernas, Caras, cuerpos y sobre todo modos, no hablaban de aquellos famosos Gutiérrez que derrochan nobleza y fondo en Manizales. Hubo en alguno, quizá en el mansito dócil de la increíble vuelta, un aire lejano, pero bravura, ni por el forro Señor presidente, por favor, hay otras formas de halagar los ganaderos sin demeritar a nadie.
Afortunados estuvimos, pues ahora que Valencia, Madrid y quizá Sevilla no podrán ver al Juli, nosotros, por acá tan lejos, vimos tres; el gran maestro, el novillero hambriento y una sola figura verdadera. Sólo eso pagaba la corrida. El milagro lo propició la diametralidad antagónica de su lote. Un pastueño desganadito al que comenzó a hipnotizar con verónicas, chicuelinas, medias, orticinas, cáleserinas y largas, y terminó esclavizando con una muleta que parecía mágica pues lo hacía circular en rededor de su estatua, y lo regresaba por donde parecía imposible. Dele que dele, y la plaza que se caía. Lo que hace El Juli con el toro no lo hacen los demás sin el toro. !Por esta! Con dos molinetes y uno de pecho lo igualó, lo pinchó tres veces y sin estoquear le dio con la cruceta tres más. !Ah?
El otro Juli apareció con ese quinto huido, manso de solemnidad. Cualquier otro le pega par doblones y una estocada sin que nadie le pueda chitar. Pero este no es cualquier otro, es El Juli, y como empeñado en que aún el peor de los toros tiene lidia y triunfo, tiró para delante, y cual maletilla hambriento en una capea de la oportunidad, le buscó y le buscó la cara, largamente, sin descomponerse, y le arrancó y le arrancó pases a pares y a ternas. La banda rendía honores a la torería y la muchedumbre bramaba. Era el triunfo imposible. Estocada trasera subcutánea y tres descabellos.
Dos Bolívar también vimos, y por similares razones. Al tercero, noble, aunque poco pronto y con un tris de aspereza le prodigó un recital de capa en el cual brillaron más cuatro cacerinas y una revolera para colocarlo exacto en suerte de varas. Derechas y naturales ligadas en redondo y en círculos de noria, martinetes, flores, firmas, pechos etc, etc. en medio de una escandalera de órdago. Era otra vez el triunfo ahí, a la mano, y como para no ser menos que su padrino, medio estoque, tres yerros con el descabello, y encima, el palco viene y, sin que nadie se lo insinuase siquiera, se saca de la manga esa insólita vuelta para el mansurrón. Hágame el favor.
Y con el sexto, manso y medio, pues, qué más, pura y terca vehemencia apresando al estulto en la muleta para que no viera escape y se moviera en órbita tras ella, una y otra y otra vez, y el paisanaje a mil, con pasodoble y todo. Estocada y la única oreja.
Diego González, frente al peor lote, ambos mansos broncos. Anduvo aseado, correcto, impecable tal vez, hasta que nadie sabe por qué se apresuró a pinchar sin igualar y los paisanos se le enojaron. Porque la espada ha sido su cruz. Media, otra honda, y un aviso. Al primer lance el sexto le corneó. Por la tronera de la seda se veían la sangre y el boquete de la herida. No se dejó llevar. Así mermado, sereno, luchó al unipase contra la adversidad, pero ahora con una comprensión que antes le habían mezquinado. Dos en hueso y una espada contraria y delantera. Cruzó el ruedo hacia la enfermería bajo una ovación.
El encierro tuvo menos virtudes que defectos pero pese a ello la tarde se llenó de torería y de pronto se hubiese llenado también de orejas. Al final, la suerte suprema dictó sentencia. Para eso es suprema.
FICHA DEL FESTEJO.
Plaza de Cañaveralejo. 6a de feria. Sol y viento. Casi lleno. Seis toros de Ernesto Gutiérrez, disparejos de presencia, dos bajos de raza y cuatro mansos. Vuelta al ruedo al 3o, palmas al 2o y pitados los otros.
Diego González, silencio tras aviso y palmas.
El Juli, saludo y saludo.
Luís Bolívar, saludo y oreja.
Incidencias: Diego González corneado por el 4o al recibirlo de capa, después de lidiarlo y matarlo, pasó a cirugía con una cornada en el tercio superior del muslo derecho.
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