Paco Mora / Aplausos
La noticia de que el concurso de licitación para la plaza de toros de Acho de Lima (Perú) ha quedado desierto es una de esas noticias que ponen los pelos como escarpias. Según parece, la propiedad del inmueble, que trabaja con fines benéficos, ha elaborado un pliego al que ninguna empresa se ha visto capaz de hacer frente. Y ello, pese a que es muy posible que los precios de las localidades de Acho sean los más caros –con diferencia- de todas las plazas del mundo, incluidas Madrid, Bilbao y Sevilla. ¡Cómo será el pliego en cuestión! No cabe otro remedio que deducir que se trata de una verdadera y leonina subasta.
Está más claro cada día que a la fiesta de los toros no se la van a cargar los antitaurinos. Habiendo empresas como la de Acho y otras muchas, españolas y americanas, sin el más elemental sentido de la realidad y cegadas por el afán recaudatorio, la Fiesta Brava no necesita enemigos y su final ya se perfila en el horizonte. Que haya toreros que no quieran bajar de sus apetencias económicas, tiene cierto sentido porque la carrera de un torero es generalmente muy corta, y han de arreglar su situación a costa de jugarse la vida durante ocho o diez años, pero las plazas tienen una vida muy larga. Muchas de ellas son centenarias, bastantes bicentenarias y algunas hace tres siglos que están en pie. Solo se comprende tanta ceguera cuando la ambición desmedida es el principal objetivo, al margen de los verdaderos intereses de la Fiesta. De los que el principal es la permanencia. Una vez más es obligado reconocer que el toreo tiene los enemigos dentro. Unos enemigos que se lo están poniendo a huevo a los abolicionistas.
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