martes, 17 de junio de 2025

POR LA DIGNIDAD Y EL DERECHO DEL TORERO PERUANO


Daniel Ayala

La tauromaquia, más que un arte, es una expresión viva de la identidad cultural de los pueblos. En el Perú, tierra de profundas raíces taurinas, donde las plazas de toros han sido testigos de generaciones de valor y arte, resulta inconcebible que los toreros peruanos sean excluidos o marginados en su propia tierra. Esta situación no solo es injusta, sino también peligrosa para el futuro de la tauromaquia nacional.

Todo torero tiene derecho a presentarse en igualdad de condiciones, pero este derecho se vuelve aún más esencial cuando hablamos de un torero peruano en su propio país. Negarle esa oportunidad es, en el fondo, negar parte de nuestra identidad. ¿Cómo vamos a sostener una tradición si no defendemos a quienes la representan desde dentro, desde nuestras raíces?
Aceptar que los toreros extranjeros tengan presencia en nuestras ferias no es el problema. Al contrario, el intercambio enriquece el arte. Pero cuando esto se convierte en exclusión sistemática del torero nacional, estamos ante una forma de desplazamiento que debilita el alma misma de la fiesta en el Perú. ¿Qué mensaje le damos a las nuevas generaciones de toreros? ¿Qué espacio queda para el sueño del joven que anhela algún día pisar la arena de su tierra?
El arte no puede ser territorio de exclusión. Si un país no da lugar a sus propios artistas, ¿quién defenderá su expresión cultural en el tiempo? Esta exclusión no es solo un problema del presente; es una amenaza al futuro. Si seguimos relegando al torero peruano, corremos el riesgo de que desaparezca la figura del torero nacional de nuestras plazas, perdiendo no solo representación, sino también historia y proyección.
La inclusión del torero peruano no es un gesto de caridad. Es un acto de justicia, de coherencia cultural, de defensa de una tradición que vive gracias a quienes la sienten desde dentro. Excluir al torero peruano en su patria es abrir la puerta a un olvido que no nos podemos permitir.
Por eso, hoy más que nunca, defendamos el derecho, el talento y la dignidad del torero peruano. Que su valor no sea silenciado en las plazas que lo vieron nacer. Que su arte tenga el lugar que merece, porque en él también vive el Perú.



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