lunes, 14 de julio de 2025

A PROPÓSITO DE LOS 200 AÑOS DE CHUMBIVILCAS (CUSCO)


Por Rubén R Coa Aguilar.

A raíz de los acontecimientos suscitados en el último aniversario de Chumbivilcas, se ha abierto un debate interesante entre eufórico, apasionado y altamente sensible; de un lado, críticos circunstanciales y del otro, en verdad pocos defensores, de una jornada taurina realizada bajo los moldes del estilo clásico español.
En realidad, no debe causar molestia ni exasperar los ánimos la controversia en cuestión, pues se trata de un permanente debate mundial, que no es contemporáneo, y justamente por sus implicancias, nadie debe aguardar ponerse de acuerdo plenamente; debate que nos acompaña con fervor, enteramente los siglos XIX y XX, tiempos en que se oficializa en España la tauromaquia moderna como patrimonio cultural. En Perú, las fiestas taurinas, nacen el mismo momento de la llegada de los españoles, con ellos el toro bravo; luego poco a poco se difumina, primero en Lima y la costa; pero será Acho (construido en 1766), el que signe y defina la tauromaquia nacional. En la actualidad oficialmente se tienen registrados más de 600 corridas de toros anuales en Perú, y si sumamos las pequeñas fiestas patronales en distritos, villorrios y comunidades, seguro sobrepasan las mil. ¿puede no ser tradicional y popular algo tan antiguo y arraigado en nuestra patria?
En el caso de los andes, Garcilaso de la Vega, ya da cuenta de lances de indios con toros de casta, y de la adoración al toro con una fuerza genésica singular. Sin embargo, en torno a las corridas tradicionales andinas, el punto neurálgico, nos remite a Arguedas y su “Yawar fiesta” (1941), novela que gráfica como mensaje central, del ritual andino “turus pukllay”, el valor superior del ayllu frente a la hacienda, del indio frente al misti, del ande representado por el cóndor frente a una Lima semicolonial costeña y criolla, representado por el toro, asociado a lo externo y afuerino; aunque irónicamente, en el relato de Arguedas, el “feroz Misitu” ya había sido naturalizado y apropiado por los ayllus de Puquio. En la mitología andina el toro bravo, fuerte y temerario, está asociado a los puquiales, lagos y lagunas; es el caso del polifacético torito de pucará, que representa la fertilidad y abundancia; cuentan que un bravío, emergió del lago, subió a las alturas y hasta hoy, muge poderoso en las heladas altipampas puneras; en suma, Arguedas da cuenta de un hecho típico de sincretismo cultural. ¿en tal contexto, puede desmerecerse con tanta simpleza, la vigencia de la tauromaquia andina?
Los que descalifican las corridas con el criterio de que son “violentas y sangrientas” peerse no pueden ser consideradas “cultura”, tamaña equivocación, la cultura no se define por sus particularidades (violenta o pacifica); se definen por sus elementos y características centrales propias: usos, costumbres, formas de auto definirse y de construir su sociedad bajo sus esquemas propios. El deporte mas violento de acuerdo a estudios serios es el futbol, ¿y el boxeo y la lucha libre del vale todo? ¿Y las riñas de gallos y las peleas de toros? En el caso de Chumbivilcas, esta de moda con furor inusual, un tipo de lucha callejera, llamado “Tinkus vs takanakuy” que viene a ser la distorsión mercantilizada del ancestral y tradicional Takanakuy y de la waylia Chumbivilcana y Antabambina; ¿alguien repara en ello, por la violencia desmedida a la que se exponen muchachos peruano y bolivianos, sin reglas, sin resguardo médico, oponentes de pesos disimiles y otras irregularidades?. Obviamente no se justifica tal condición, lo que pretendemos es graficar con objetividad la realidad de prácticas cotidianas, que vienen poco a poco normalizándose. El caso de las corridas de toros, es distinto, por su bagaje cultural y trascendencia histórica mundial; junto a las riñas de gallos y peleas de toros no es ilegal. Las corridas son parte de la cultura y tradición española es verdad, pero también, innegablemente, son parte de la tradición y cultura peruana de hace 500 años, y con sus matices y singularidades de la cultura andina, desde luego que sí.
El caso de Chumbivilcas, tierra de identidad, cultura y tradición, peculiar y formidable, encierra quizás a nivel nacional, una de las singularidades más extraordinarias en relación al toro bravo su crianza y sus fiestas locales. De sus corridas, denominadas “tradicionales a la usanza chumbivilcana”, la de Livitaca puede ser considerada tal vez una de las más típicas y preclaras; ¿saben los animalistas de hoy y los antitaurinos de estos días, de hace cuanto es fiesta popular masiva, el toreo a caballo, llamado también suerte nacional?, donde se exponen corceles criollos, frente a astados bravísimos, con mas de una plaza de juego, sin más protección que su ligereza y pericia del jinete, para sortear las embestidas de bravos, que año a año son más bravos, a raíz de un afán persistente de ganaderos locales, por introducir, desde hace más de cien años con “Laccaya” y la familia Álvarez, ejemplares de casta de pura sangre. Pues no creo que sepan, y menos entiendan la esencia del Qorilazo: su intrepidez, valentía y coraje, que los distingue y lo expresan de forma genuina justamente en sus corridas de toros tradicionales. En estas fiestas de sol, arena y sangre, siempre ronda la tragedia, aquí es donde la muerte es consustancial a la fiesta. ¿acaso no es cierto, que en base a esta práctica cultural el Qorilazo, ha labrado y autorretratado su perfil propio que lo hace distinto? En base a vidas y muertes, tanto de hombres como de caballos y toros. ¿recuerdan cuantos briosos fueron despanzurrados los últimos 20 años? Por ello, ¿a alguien se le ocurrió, eliminar de raíz las fiestas con caballos y con toros de varias plazas? Desde luego que no, pero entiendo que es coherente preocuparse, por evaluar cómo proteger al caballo y hacerlo menos vulnerable y quizá también, impedir que jinetes no entrenados participen por el alto riesgo que encierran.
Para los animalistas y antitaurinos nada cuenta, ellos abuchean, agreden con furia y ya los estamos viendo, organizando marchas y fustigando al ministerio público para demandar a autoridades y hasta sueñan con abolir, algo que por mandato constitucional y refrendado por el tribunal constitucional no es ilegal, y es perfectamente cultural. Gritan a voz en cuello ¡matanza de animales! No entienden que son accidentes circunstanciales, que suele pasar, que siempre pasan, como todo en la vida. El problema es que los animalistas y antitaurinos, tienen otra agenda, se mueven por otro tipo de intereses, azuzan la sensibilidad de la gente y aprovechan escenarios como el presentado en el bicentenario de Chumbivilcas. Felizmente casi toda eta movida se agita desde fuera: Cusco, Lima, Arequipa, y solo sentimos un eco muy tenue en el propio Chumbivilcas.
El punto central de tal discordia, esta mal planteado, aprecio que se intento construir una falsa dicotomía un falso e innecesario debate en el caso de los chumbivilcanos. ¿en un pueblo donde la tauromaquia, es su signo distintivo, tiene sentido alimentar posturas animalistas y antitaurinas? ¿en un pueblo donde la relación entre el hombre, el toro y el caballo, es un hecho irrefutable, es casi una trilogía natural, base de su mundo ganadero y cerril, es correcto esto? No pues, no hay necesidad de contraponer, las viriles corridas tradicionales de poncho y caballo versus la corrida “profesional” de cánones españoles, no tiene sentido; la una y la otra son parte del majestuoso mundo de la tauromaquia actual nacional. La chumbivilcana es típica, única, y viene incidiendo en muchos sitios del ande, donde las fiestas se “chumbivilcanizan” eso es bueno, porque irradian, trasladan cultura chumbivilcana a otros lares; en tanto que las corridas profesionales, son también fiestas de arte, valor y destreza, no hay ninguna razón para caer en el juego, y ningún argumento para oponerlas entre sí. Las corridas tradicionales a la usanza chumbivilcana deben permanecer y seguir siendo practicadas, como signo de vitalidad andina, y lo propio las corridas oficiales; el hecho es que quienes no tengan empatía con las corridas formales, sencillamente sean tolerantes y no participen, respeten un mundo cultural que no fue construido hoy. Si la postura antitaurina prospera, se condena irremediablemente al toro de casta a su desaparición y extinción total; hoy atacan las corridas tipo Acho, mañana irán contra las corridas tradicionales, esa es la esencia del antitaurino, su intolerancia casi dogmática. Finalmente, ¿Cuántos pueblos taurinos quisieran tener una fiesta completamente gratis con el gran “Fandi” y seis ejemplares de pura casta de San Pedro Asia, que sin duda dinamizaron las economías locales, y pueden generar turismo externo? Eso también, desde luego que es contribución al desarrollo.

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