El matador español Paul Abadía "Serranito" se alzó como el triunfador de la primera corrida de la Feria en homenaje a la Santísima Virgen del Pilar celebrada esta tarde en la plaza de toros del distrito de Ticapampa, en Recuay (Ancash), tras cortar dos orejas y salir a hombros por la puerta grande de la plaza. Por su parte, el matador peruano Juan Carlos Cubas perdió por los trofeos por fallar con los aceros.
Con plaza llena se lidiaron cuatro toros de Santa Rosa de Lima, de aceptable presentación y juego, excepto el tercero que se rajó pronto.
Paul Abadía "Serranito", dos orejas y silencio, tras aviso.
Juan Carlos Cubas, palmas y silencio tras aviso.
Paul Abadía "Serranito", dos orejas y silencio, tras aviso.
Juan Carlos Cubas, palmas y silencio tras aviso.
Paul Abadía "Serranito" estuvo muy torero toda la tarde realzando la categoría de la feria ticapampina. En su primero estuvo muy profesional, consiguiendo ligar una destacada faena desde que se abrió de capa con mecidas verónicas rematadas con la media de rigor. Con la muleta estuvo muy firme consiguiendo muletazos de mano baja por ambos pitones abrochadas con los forzados de pecho entre las ovaciones de la concurrencia. Entro a matar dejándose ver y consiguiendo una estocada en el sitio que le valieron las dos orejas. En el otro, el de menos lucimiento, rajado de salida, estuvo por encima de estas dificultades planteadas. El torero se supo imponer en una faena de mucho mérito y valor ligando muletazos con mando y temple, pegandose un arrimón en las propias tablas a donde se había aculado su oponente, exponiendo mucho. Lamentablemente fallo a la hora de matar y su entonada actuación se redujo a un respetuoso silencio.
Juan Carlos Cubas tuvo una digna actuación en su lote. En ningún momento bajo la guardia ni quiso dejarse ganar la pelea en el mano as mano que sostenía con su alternante. En su primero realizó una laboriosa faena basada fundamentalmente por el pitón derecho, ya que por el lado izquierdo su oponente se vencía peligrosamente. Su labor fue valorado por los asistentes por lo que, después de dejar una estocada ligeramente desprendida, pero de rápidos efectos, la concurrencia pidió mayoritariamente la merecida oreja ganada que la presidencia negó. En el toro del cierre echo el resto de principio a fin, toreando con mucho mando y entrega. Sus muletazos tuvieron la despaciosidad y temple necesario para triunfar, pero esta vez no estuvo fino con la espada por lo que su meritoria labor fue silenciada.
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