sábado, 6 de septiembre de 2008

TORERÍA DE ALFONSO SIMPSON EN LAS VENTAS DE MADRID (ESPAÑA)

España. Novillada con picadores. 1ª. Madrid, Monumental. Crónica de Barquerito: "Imponente novillada de pablorromeros"
07/septiembre/2008
Madrid: 4ª del Certamen Internacional de Novilleros

Dos toros de excelente nota. Trapío, personalidad, distinción. Torería del peruano Simpson, entrega de José Germán, premio para la decisión de Juan Manuel Jiménez
Madrid, 6 sep. (COLPISA, Barquerito).
Seis novillos de Partido de Resina (José Luis Algora), de trapío, remate y presentación sobresalientes. Hermosísima novillada. En el tipo de la ganadería, que es singular. Fueron nobles los seis, pero primero y sexto protestaron. Tercero y cuarto se emplearon en la muleta con personalidad y clase. Claudicante el segundo, pero se tuvo. Suelto pero manejable un impresionante quinto
Alfonso Simpson, de rosa y oro, silencio tras un aviso y silencio tras dos avisos. José Germán, de lila y oro, vuelta al ruedo en los dos. Juan Manuel Jiménez, de azul prusia y oro, una oreja y saludos.
Madrid. 4ª del Certamen Internacional de Novilleros. Casi un cuarto de plaza. Soleado, templado.
El cuajo, la belleza, la seriedad y la distinción de una imponente novillada de pablorromeros. Del hierro antiguo, y de los que son nuevos dueños hace once años. Notable el resultado. La fachada, sin duda. Deslumbrante. También los hechos probados. Se empleó en la muleta con son, calidad y estilo el tercero. Astifino, bien armado, precioso. Emplazado y descarado de salida, tardó en fijarse. Dos puyazos duros pero excelentes de Romualdo Almodóvar lo dejaron templado y vivo. Muy decidido el único de la terna que debutaba en las Ventas, un Juan Manuel Jiménez, madrileño de Pinto, de la escuela taurina de Madrid. Ganas, desparpajo, oficio, firmeza, buena colocación, rigor para templarse y ligar con la mano derecha en dos tandas bravas, limpias, seguras. No tanto el encaje por la mano izquierda. Algo tímido el propósito cuando de pronto estaba el toro listo para más. La miel en los labios. Se acabó la faena antes de tiempo. No es lo mismo la brevedad que la cortedad. Una estocada baja. Una oreja. No sin mérito.
Bueno el estilo de un noble cuarto que estuvo queriendo saltar de partida al callejón y atendió a capotes al trote y desganado. Pero se vino arriba y, templado, tomó la muleta con calidad y entrega, suavemente. Le pegó muletazos buenos el peruano Alfonso Simpson. De bonita expresión clásica. Por las dos manos. Dio para más el toro. Costaría estar delante de él. Esa faena se la brindó Simpson al gran Tomás Campuzano, que estaba en el callejón de invitado. Una estocada, cuatro descabellos, llegó a sonar un segundo aviso. Quedó la torería natural, no fingida de Simpson. Dura sería la prueba de matar en Madrid una de Pablo Romero que parecía una corrida de toros.
Las manos de azúcar tuvo el primero de envío, que se empleó con nobleza pero irregularmente. Dos verónicas templada y dibujadas del torero limeño en el saludo. Al cuarto iba a recibirlo con un valiente lance de rodillas. Protestaba por alto el primero, no quería la corta distancia ni la mano abajo. En eso fue pablorromero clásico. A la voz lo toreó Simpson, sorprendido por las protestas esquivas del toro. Una rara estocada perpendicular y contraria de muerte lenta. Dos descabellos.
Claudicante y rebrincado por flojo, el segundo, noble, remató viaje arriba por falta de fuerza. Pero, fijo en los engaños, dejó al veterano José Germán, que antes se anunciaba como José Martín, encajarse entre pitones, librar faena en un palmo de terreno y gobernar a su manera la
pelea. Como fue faena de arriesgar, se vibró con ella. Una estocada al salto. Con vómito. Impresionante el trapío del quinto, más hecho que cualquiera de los otros. Le pegaron capotazos sin cuento. Un segundo puyazo de buena nota, pero, al cabo, toro que se salió suelto de embroques. Lo deslumbraban los potentes focos de las andanadas. Más que humillar lo que hizo ese quinto fue descolgar. Original estilo. Le pegó muchos pases Germán. El toro se abría en los embroques. Se dejaba. Una estocada idéntica a la del segundo toro.
El sexto, corto el viaje, lució trapío a modo. Un punto incierto. Aquí no se tomó Juan Manuel Jiménez la menor confianza. Exageradamente fuera del cacho del toro en cites de imposible reunión. Un pinchazo, una estocada. Más de dos horas en el patio de recreo.

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