Pasarán muchos años, y hablaremos de aquella tarde en Bilbao. Esta. Donde caben todas las tardes del toreo de todos los años, con sus historias de leyenda a cuestas, las que atraviesan mundos para gritar la aventura de la vida entregada con la palma de mi mano armada sólo con un trapo. Puede que la mediocridad asome deliberada en un mundo sin héroes ni sangre, ni arte, ni libros, ni poemas. Puede que las modas corran ligeras hacia su propio precipicio, allí donde sucumbe lo mediocre una vez descubierta su insignificancia. Puede que el toreo lleve el estigma de perseguido y diezmado. Puede. Pero la verdad no admite sobornos. Dios tampoco acepta sobornos. Sólo una lectura de realismo mágico atada a la presencia de un dios, es capaz de explicar como un torero y hombre saliera vivo y exitoso de tan tremenda apuesta. Con un toro violento y de genio toreó y no se jugó, sino que entregó la vida Roca Rey. Hubo de quitarse tubos y sueros para salir al ruedo de nuevo a decirle a Dios, que, si es cierto que no admite sobornos de la mediocridad, ésta era su tarde, la tarde de su verdad. La tarde de todas las tardes. De la que se hablará cuando ya ni el tiempo alcance a medir los años.
Plaza de toros Vista Alegre (Bilbao). Jueves 25 de agosto del 2022. Sexta de las Corridas Generales. Más de tres cuartos de entrada.
Toros de Victoriano del Río, el tercero como sobrero, serios, dispares de hechuras y tipología. De juego diverso. Desde el bravo segundo, al enrazado quinto y el enclasado sexto. Noble y falto de pujanza el primero, muy complicado.
Julián López "El Juli", ovación tras aviso y ovación tras aviso.
José María Manzanares, ovación tras aviso y ovación.
Roca Rey, oreja con petición abrumadora de la segunda y dos orejas.
Fuente: Mundotoro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario