El matador francés Sebastián Castella resultó triunfador de la cuarta corrida de la Feria del Señor de los Milagros, "Corrida de la Prensa Taurina", tras cortar dos orejas, salir a hombros por la Puerta Grande de la plaza de toros de Acho y adjudicarse el trofeo del Círculo de Periodistas Taurinos del Perú. Tarde en la que el diestro español Ginés Marín fue silenciado y el venezolano Jesús Colombo fue ovacionado en el toro de su alternativa como matador de toros.
Domingo, 26 de noviembre de 2017, Plaza de Acho, cuarta corrida de abono de la Feria del Señor de los Milagros. Con más de media entrada en los tendidos se lidiaron toros de La Ventana de El Puerto, anunciados como de El Puerto de San Lorenzo, desiguales de presentación y juego. Descastados y escasos de fuerzas. Destacando el que hizo cuarto por su bravura, calidad y trasmisión siendo ovacionado en el arrastre. Primero y tercero fueron pitados camino al desolladero.
Sebastián Castella, silencio y dos orejas, la segunda protestada.
Ginés Marín, silencio y silencio.
Jesús Enrique Colombo, ovación y silencio tras aviso.
A Sebastián Castella el público no tomó en cuenta sus intenciones por lograr faena, pues su oponente fue pitado de salida y durante toda su labor por su escasa presencia y falta de trapío, a pesar de algunos muletazos de buena factura, por lo que el público pedía durante la faena ¡otro juez! dándole la espalda a la faena, y el torero abrevio para terminar matando defectuosamente, siendo silenciado. En el cuarto, el mejor toro de la corrida, le realizó una emotiva faena, que fue valorada desde su saludo capotero con verónicas y el quite por chicuelinas que instrumento entre ovaciones. Con la muleta se cambio al toro por la espalda en el medio del ruedo emocionando a la concurrencia, para seguir con derechazos y naturales templados de mano baja. Acorta distancias y consigue martinetes, circulares invertidos y adornos antes de matar de una estocada ligeramente desprendida, siendo premiado con dos orejas que fueron protestadas por sectores de la plaza, al considerar excesiva el otorgamiento de la segunda por no tener la contundencia necesaria su actuación que rubricamos.
Ginés Marín no tuvo suerte con su lote, pero en ambos toros dejó patente detalles de su torería. A su primero, escaso de fuerzas y evidente sosería, lo toreo lucido por verónicas y quitando por chicuelinas. Para luego conseguir muletazos por ambos pitones con enjundia y plasticidad, que concluyó con apretadas bernaridinas, pero su fallo a espadas dejó su labor en silencio. El quinto de la tarde no le ofreció posibilidades, por su escasez de fuerzas, un invalido que perdía la manos constantemente, apenas le dio opciones de mostrar su disposición sin que la faena tuviera historia. Tarde a la hora de matar siendo silenciado.
Jesús Enrique Colombo tomó la alternativa mostrando su variedad con el capote, haciéndose aplaudir con las dos largas afaroladas de rodillas con que recibió al toro del doctorado. Para seguir con verónicas, chicuelinas y rematar con dos recortes a una mano. Igualmente hizo rugir a los tendidos cuando quito por chicuelinas y remato con otras dos largas cambiadas de rodillas mostrando su ambición por triunfar. Vibrante fue el tercio de banderillas en la que puso cuatro pares, a pesar de casi resulta cogido en el tercer par. Tras la cesión de trastos, su labor con la muleta fue del gusto de los asistentes, con pases de calidad y toreo clásico por ambos pitones. Pero la falta de casta de su oponente, que salía suelto de los encuentros y que se rajó pronto, no permitió la redondez la faena que tuvo muletazos destacables de buen trazo ante su deslucido oponente, saludando una ovación tras la suerte suprema. Con el toro que cerró plaza volvió a tener emoción su labor capotera que remató con tres medias veronicas. Lo mismo que su actuación tras ejecutar tres espectaculares pares banderillas. Para ya con la muleta iniciarla con derechazos de rodillas, dejando patente su decisión y honestidad en su labor muleteril por ambos lados, sumada a la variedad y ganas que le impuso a su labor, estando por encima de las condiciones de su oponente que estuvo falto de fuerzas, pero que embestía con nobleza. Las luquesinas finales y desplantes precedieron a una estocada calada y que emborrono al tardar con el descabello, escuchando un aviso, y su meritoria labor que pudo cobrar premio quedo reducida a un respetuoso silencio.
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