FERÍA DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS 2013
Toros, si..., pero ¡de verdad!
Fernando de Trazegnies / Diaro El Comercio
Este artículo no va dirigido a mis amigos antitaurinos, cuyas ideas respeto con la seguridad de que respetarán también las mías.
Quiero dirigirme hoy a todos los que consideran todavía que la fiesta de los toros es una celebración tradicional y simbólica, que incorpora elementos como el arte, el valor la fina observación de esa realidad constituida por las reacciones del toro y una sólida racionalidad que dirige la faena a fin de lograr el triunfo sobre el animal. Pienso, pues, en aquellos que consideran que una corrida es una especie de rito, ciertamente no religioso sino de goce por la belleza de los movimientos y por la afirmación del ser humano en tanto que tal.
No cabe duda de que los carteles de las diferentes corridas de sta temporada son muy importantes, aunque ciertamente extrañamos la ausencia de un José Tomás, de Manzanares, de Morante de la Puebla y de Castella, cuya presencia, junto con la de los toreros efectivamente contratados, habría convertido a Acho realmente en una plaza donde se dan los mejores carteles del mundo. Ahora nos hemos quedado en un "casi" significativo pero casi.
Sin embargo, la fiesta taurina depende radicalmente de los toros: sin toros, no hay torero que valga ni faena que brille. Y, para ser toros de lidia, deben tener casta, bravura, edad, peso, estar sanos, etc. Sin toros de verdad no hay posibilidad de toreo.
Lamentablemente, en lo que va de la temporada, muchos de los toros no estaban a la altura.
La casta ha brillado por su ausencia. Por otra parte, al calificar de toros a lo que ha sido toreado en los dos primeros domingos de feria, estoy usando el término de su sentido más genérico. Porque varios de esos presuntos toros eran realmente novillos bien comidos, que no alcanzaban los cuatro años de reglamento. Para determinar de manera "rústica" la edad, hay que mirarles la cola. Un animal cuyos últimos hilos de la cola alcanzan al suelo es un verdadero toro, pero uno cuya cola llega escasamente hasta la articulación de la pata definitivamente no tiene cuatro años, aunque pese mucho (o, cuando menos, aunque el cartel diga que pesa mucho...). Se puede engordar a un novillo, pero no alargarle la cola. En todo caso, en el Perú debería ser obligatorio, como lo es en España, que junto al peso se indique el mes y el año de nacimiento del animal cada vez que sale un animal a la plaza.
Pero además ha salido un toro cojo que, ante un juez que no se atrevió a mandarlo de regreso al corral, obligó a los aficionados a soportar una faena con el toro tropezando y cayendo continuamente. Es preciso considerar dos cosas importantes. El juez no es un invitado de honor sino que debe tener el valor suficiente para tomar decisiones. La segunda consideración es que debería pensarse en modificar el reglamento para que puedan mandarse toros al corral aun después de picados, si es en ese momento que queda claro su defecto. Así es en España y no hay razón para que no sea igual entre nosotros, porque muchas veces los males del toro se advierten después de picado el toro.
Otro elemento por tomar en cuenta es que varios de los "toros" que se han visto en las dos últimas corridas parecían afeitados. No me atrevo a afirmarlo, pero habiéndolos visto muy de cerca daba la impresión de que las astas habían sido limadas.
Por último, un aspecto escandaloso es se impongan precios altísimos y en último momento se decida otorgar descuentos increíbles. Esto parece muy poco serio y perjudica gravemente a los abonados -verdaderos aficionados-, quienes no reciben ninguna rebaja sobre lo ya pagado con meses de anticipación.
La conclusión de todo ello es que el aficionado comienza a perder afición porque las corridas ya no lo son lo que espera que sean y no hay autoridad que encare el problema. El reglamento pareciera estar hecho para proteger a la empresa y no a la fiesta. Sin duda, este peligro, que surge del propio mundo de los toros, puede afectar la fiesta taurina mucho más que los gritos antitaurinos de la puerta de la plaza. Y esto es algo muy grave: tenemos un enemigo debajo de la cama...